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Por: Henry Vargas Holguín
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¿Es que no hay personas de otras religiones en el cielo?
La Iglesia sólo canoniza a sus fieles, a los que conoce. No reconoce oficialmente la santidad de personas que hayan pertenecido a otras religiones.
Ahora bien, esto no significa que sólo estén en el cielo única y exclusivamente los canonizados (la canonización no es un requisito para entrar al cielo).
Como tampoco significa que no haya personas de otras religiones en el cielo, pues el ofrecimiento de la salvación es para todos los seres humanos (1 Tim 2, 4).
El cielo no es exclusivo para los católicos, ni se creó sólo para ellos. El cielo es para quien goza de Dios y hace su voluntad (Mt 7, 21-23).
Como Jesús es el único mediador entre Dios y todos los seres humanos (1 Tim 2,5), pues muchos se salvarán por Él de la manera que Él sabe.
Y Él salvará a quien, en virtud de justicia, debe salvar; y los que se han salvado son los que están en el cielo, son los santos.
Jesús redimió a todos
En el cielo hay, pues, y habrá fieles de todas la religiones aunque no sepamos cuántos ni conozcamos nombres concretos.
Es que Jesús redimió a la humanidad sin excluir a nadie. Por esto es que hay otras vías de salvación para quienes no conocieron a Jesús ni su Iglesia, aunque hayan oído hablar de Él y de Ella; y esa ignorancia haya sido invencible.
Dios es justo y por esto no cometerá nunca la injusticia de condenar automáticamente a alguien sólo porque ‘oficialmente’ y/o ‘de nombre’ no sea cristiano.
El concilio Vaticano II dice:
«Incluso a aquellos que sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en llevar una vida recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios necesarios para la salvación».
Gaudium et Spes 22, 5
Y dice también:
«Aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna».
Lumen Gentium, 16
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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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En una ocasión leí un comentario del Rabino Andre Cheoraqui que afirmaba que el mundo Occidental tenía prejuicios contra los fariseos, pero, esta corriente del Judaísmo era la que más se asemejaba a las creencias cristianas en sus creencias: cielo, infierno, resurrección, juicio de la carne y purgatorio entre otras. El rabino afirmaba que tales creencias dentro el cristianismo son parte de la herencia del Apóstol San Pablo, que antes de su conversión al cristianismo fue un fariseo.
El purgatorio es quizá una de las creencias más cuestionadas entre católicos y no católicos, algunos dicen: “es un invento medieval”, “no aparece en las escrituras”, etc., pero vale la pena hacer una defensa de nuestra fe conociendo el antecedente católico y judío. El “concepto” del purgatorio es parte de las creencias judías, pero esto no significa que ellos definan el purgatorio de la misma forma en que la Iglesia Católica lo define. Primero citemos lo que la Iglesia enseña para después mencionar las creencias judías. La Iglesia afirma que el purgatorio es el estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al castigo del infierno. El purgatorio es doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). “Los que mueren en gracia y amistad de Dios, pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma” (Catecismo 1030).
El Rabino David Ben Israel explica la creencia judía: “el purgatorio es el lugar a donde son enviadas las almas de aquellos que pecaron. Existen allí siete niveles bien definidos, en los cuales se hospedarán las almas de los pecadores, de acuerdo a la gravedad de las faltas cometidas. Este purgatorio es un lugar que permite a las almas purificarse, para luego poder ingresar al Jardín del Edén y disfrutar de las excelencias que allí hay. La cantidad de tiempo que deberá permanecer el alma en este sito purificador depende de las faltas cometidas. Algunos deberán quedarse por espacio de treinta días, otros sesenta, noventa, seis meses, o un año. (Tana Dbei Eliahu 3: 3)”. Purgatorio en hebreo se llama "Gueinom" ò “Gejena”. Según el centro de estudios judíos “Tora Emet” de acuerdo al Talmud el proceso de purificación dura a lo más 11 meses. Por esa razón los judíos acostumbran decir el Kaddish (oración de duelo) por 11 meses, después de este proceso de purificación el alma se eleva.
Bajo el antecedente Judío podemos afirmar que la Iglesia en sus concilios “no invento el dogma del purgatorio”, sino que puso en claro una creencia heredada por los Apóstoles bajo los fundamentos de la nueva alianza.
Termino con la paráfrasis de la respuesta que dio el rabino Jag Urim Sameaj a un joven judío cuando se cuestiona la similitud entre ambas creencias en torno al purgatorio; “el hecho de que el cristianismo tenga similitud con la Tradición judía no me sorprende, ¿acaso ellos no usan el Tanaj y lo llaman Antiguo Testamento?, ò ¿Qué no sus apóstoles eran judíos de nacimiento y estaban circuncidados según las leyes de Moisés?, cuando ellos en sus concilios se refirieron al purgatorio deben saber que nosotros nos referíamos a él con anterioridad porque es parte de la revelación que recibimos siglos atrás. En parte está bien que adopten a Abraham, Moisés, a otros profetas y creencias judías como propias, por algo Israel es llamado el pueblo escogido”.
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Por: Jorge Arévalo Nájera
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La decisión de hacerse un tatuaje es libre de cada persona, y Dios nos dotó de libertad. Sin embargo, para tomar esta decisión en plena conciencia y con la mejor información posible, muchos católicos se llegan a preguntar si la Biblia dice algo sobre los tatuajes.
Para empezar, debemos decir que la palabra tatuaje no existe en los idiomas originales en los que fue escrita la Biblia. Lo que se testimonia es la costumbre de hacerse marcas en la piel.
Las marcas rituales en la piel, en el mundo antiguo, son parte inherente a su cultura, a su pertenencia a un colectivo y su fidelidad a algún dios.
Esto también sucede en el pueblo israelita. El cuerpo físico expresa la interioridad, siempre en evolución, del ser humano. La fe, en el Antiguo Testamento, se expresa marcando el cuerpo. Pero ésta debe entenderse en su contexto cultural y religioso.
Los textos bíblicos que dan testimonio de dicha práctica deben ser entendidos a partir de una correcta interpretación. Utilizar la Palabra de Dios para legitimar creencias religiosas no es el camino adecuado.
Debemos hacer el esfuerzo (exégesis) para desentrañar el mensaje salvífico que contiene. Veamos algunos textos de la Biblia utilizados por quienes afirman que tatuarse es un pecado que atenta contra la Palabra de Dios.
Levítico 19, 28: “No haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vuestro cuerpo señal alguna. Yo Yahvé”. Lo que se prohíbe es el motivo de hacerse la marca o la impresión (no tatuaje): por un muerto. Es el único texto del Antiguo Testamento que presenta las marcas corporales de manera negativa. La Biblia no dice “no te marcarás”, dice: “no te marcarás si esta marca es en honor a los muertos”. La intención es lo que le da sentido a la prohibición.
Otro texto utilizado para satanizar la práctica de tatuarse es 1 Co 6, 19: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Sin embargo, el apóstol no se refiere a los tatuajes corporales, sino a pecados como la fornicación, el adulterio, el egoísmo, etc. Es decir, todas las actitudes que son contrarias al Evangelio, al amor, al respeto por el prójimo, etc. Mas bien deberíamos cuidar estos aspectos en nuestra vida y no legitimar posturas haciendo un mal uso de la Escritura.
Sin embargo, hay otros muchos textos hablan en sentido positivo de tal práctica. Mencionemos solo algunos: Gn 4, 15; Isaías 44,5 (donde Yahvé mismo da la orden explícita de tatuarse un tatuaje de pertenencia a Él en la mano); Isaías 49, 16 (Yahvé tiene tatuado el nombre de su pueblo); Ezequiel 9,4 (Dios marca con una X la frente de los que le son fieles y claman a él, para protegerlos); Zacarías 13,6 (los profetas de Yahvé se hacen marcas en sus manos).
En conclusión, si la intención de tatuarse va en la línea de pronunciarse visualmente como seguidor de alguna idea o culto contrarios a la enseñanza de la Iglesia o del Evangelio mismo, entonces el tatuaje sería un signo de una actitud espiritual pecaminosa. Pero esto no tiene nada que ver con el tatuaje en sí mismo.
* Jorge Arévalo Nájera es Director de la Dimensión de Biblia y Extensión Formativa de la Arquidiócesis Primada de México.
Fuente: https://desdelafe.mx/noticias/sabias-que/que-dice-la-biblia-sobre-los-tatuajes/
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