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Roma, 4 ago (Zenit).- Vivimos en una sociedad racional y tecnológica que cree poder prescindir de la fe. Sin emo y magia. Lo confirma el sacerdote italiano Raul Salvucci, exorcista desde 1975, quien acaba de publicar un libro en el que recoge algunas de sus experiencias. El título es curioso «Qué hay que hacer con estos demonios» («Cosa fare con questi diavoli», editorial Ancora, 230 páginas, por el momento sólo disponible en italiano). Con lenguaje sencillo y humor pone de manifiesto la tremenda necesidad de auténtica espiritualidad que experimenta el hombre de hoy.
El objetivo de Salvucci consiste en dar a conocer la figura «incómoda» del exorcista. No sólo para la sociedad, sino para la misma comunidad cristiana: «Parece que la actitud de la Iglebargo, el rechazo de Dios ha traído una demanda inusitada de esoterismsia hoy frente a la obra de Satanás en el mundo --escribe Salvucci-- es la del pudor: se avergüenza de admitir esta realidad».
Se trata de una consideración que ya ha realizado en numerosas ocasiones otro de los exorcistas más conocidos, el padre Gabriele Amorth, quien establece una relación directa entre la disminución del número de exorcistas en la Iglesia y el aumento de las prácticas mágicas, esotéricas y satánicas.
El facturado del esoterismo «Hasta hace algunos años, siempre me referían los mismos nombres de magos y brujos, pero hoy escucho cada día uno nuevo», escribe Salvucci en su libro. Para dar consistencia a sus palabras el exorcista cita algunos números relativos a Italia. Hace ocho años, revela, un Congreso Universitario celebrado en la ciudad de Perugia informaba que en ese país el esoterismo contaba con 12 millones de clientes. Los magos serían 170 mil, con un facturado de unos 600 millones de dólares. Hoy, sin embargo, según el sacerdote, se considera que el facturado ha aumentado hasta tocar los 3 mil millones de dólares.
Empresarios y hombres de espectáculo El padre Salvucci revela que a él se dirigen personas de todas las condiciones sociales: amas de casa, catedráticos de universidad, carpinteros y empresarios. «Existe más de un "gigante" de las empresas que viaja con avión personal, pero a bordo siempre se lleva consigo a la maga a tiempo completo. En el mundo del espectáculo sucede lo mismo: cuando en ciertos programas a parece en demasiadas ocasiones un mago, se puede pensar que el director se sirve de su consulta y ayuda espiritista para garantizar la eficacia de la transmisión».
Discernimiento
El exorcista tampoco pretende ver demonios hasta en la sopa. Reconoce que lo más difícil de su ministerio es reconocer los casos de posesión satánica, y distinguirlos de otro tipo de afecciones físicas o psicológicas. «Este es ciertamente el problema más difícil de resolver --reconoce--: está ya expresado claramente en la introducción al Ritual del Exorcismo desde 1600. Con frecuencia los sacerdotes que reciben este encargo tienen un carisma que les ayuda en el discernimiento. Ahora bien, después de 25 años de experiencia y, sobre todo, después de interminables horas de coloquio en el que he seguido durante años caso por caso, he llegado personalmente a la certeza de que existe una determinada serie de tests, semejantes a los que utilizan los psicólogos, que permite la certeza del diagnóstico».
¿Qué buscan las personas que recurren a un exorcista? «Ante todo buscan que se les haga un discernimiento para convencerse de que realmente existe una presencia demoníaca. Pero poco después piden la "liberación inmediata" a través del exorcismo. Se trata de un itinerario sumamente habitual. Cuando experimentan cosas incomprensibles van en primer lugar a la maga que lee las cartas (cuesta entre 150 y 200 dólares). Si la maga percibe signos y movimientos de un maleficio hecho por magos, pero no logra hacer nada, entonces se pasa a la segunda etapa: hay que recurrir a un mago fuerte, anunciado por la radio y la televisión.
En este caso se requieren unos 4 mil dólares. Pero si ni siquiera esto funciona, entonces se acaba escuchando que hay un cura que hace exorcismos. Y, dado que, en el imaginario colectivo de esta sociedad, que ha dado definitivamente la espalda a Dios, existe todavía una ancestral concepción del sacerdote como persona de confianza, entonces se recurre al exorcista. Pero se recurre al sacerdote con tres condiciones mentales precisas: que reciba fuera de horario de trabajo para no perder tiempo y dinero; que no pida dinero, a diferencia de los magos; que sea inmediata y totalmente eficaz contra todo mal oculto. Sin embargo, esta última condición no puede ser asegurada por el sacerdote, de modo que puede volver a comenzar de nuevo el interminable viacrucis tras los magos».
Esta es precisamente la gran dificultad que experimenta hoy un exorcista, reconoce Salvucci. «La gente tieneprisa, está mal informada sobre estas realidades y por tanto también tiene miedo; lo único que busca es un santón que les libere inmediatamente de todo. Este loco frenesí por intentar todos los medios posibles es el que acaba dejándoles perennemente bajo las garras de Satanás».
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