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Por: Apóstoles de la Palabra
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No todo lo que luce es oro. Lo mismo pasa con la fe: no todo lo que se llama fe, es fe auténtica. Puede haber engaño, trampa… En realidad, para muchos la fe se ha vuelto en un producto comercial. Hay superofertas de fe. Por lo tanto, hoy más que nunca se necesita mucho discernimiento en el campo de la fe.’, ‘ La fe es como un tesoro, que hay que saber buscar y cuidar. Y hay caminos que llevan a ella. Lo importante es no absolutizar un camino, ni darle un valor más grande del que tiene en la realidad.
Caminos o medios para llegar a la fe
– La vista.
“Creo porque veo”, parece que diga este tipo de creyente. La fe por la vista. ¿Y qué se ve? El sol, la luna, las estrellas, la naturaleza que nos rodea (Rom 1,20) y una multitud de creyentes con sus ritos y objetos sagrados.
Consecuencia: “Donde hay algo bonito, llamativo y misterioso, o donde hay gente que cree, allá está Dios”. Lo que no corresponde siempre a la realidad.
– El sentimiento.
“Creo porque siento”. La música, el arte, el teatro, el testimonio y cierta manera de presentar la palabra de Dios, crean emociones y favorecen el desahogo, el olvido y la liberación de ataduras de tipo psicológico.
Consecuencia: “Donde hay emoción, allá está Dios; más emoción y más presencia de Dios”. Es lo que piensan muchos.
– La inteligencia.
“Creo porque pienso”. El razonamiento, la reflexión y la intuición llevan a conclusiones, que rebasan la simple experiencia y observación diarias.
Consecuencia: “Donde hay conocimiento, allá está Dios; el que más sabe, es el que más conoce a Dios”. Si no se añaden otros elementos, puede tratarse de un conocimiento “filosófico” de Dios, muy diferente del conocimiento “experiencial” de Dios.
Peligro: Quedarse con el camino o medio, en lugar de ser un trampolín para llegar a la fe, se puede transformar en una trampa, que atrapa e impide el paso hacia la fe auténtica.
– Idolatría.
En jugar de pasar de la creatura al Creador, el hombre se queda con la creatura: los elementos de la naturaleza considerados como dioses o sus representaciones, las imágenes.
Otro peligro: confundir al hombre que habla de Dios con el mismo Dios o quedarse atrapados por la multitud de los creyentes, como dice el refrán: “¿A dónde va Vicente? Adonde va la gente”.
– Sicologismo.
En lugar de pasar de la emoción pasajera y superficial a la paz profunda y duradera, que puede derivar solamente de un encuentro real con Dios, el hombre se queda con las emociones y busca continuamente nuevas maneras para acrecentarlas, volviéndose dependiente de todo lo que pueda despertar nuevas y más intensas emociones: cantos, aplausos, oración, música, ruidos y testimonios verdaderos o falsos.
Dios, la idea de Dios, se vuelve en un ingrediente más para el cocktel psicológico. Dios se vuelve en un medio más para olvidar los problemas, tener confianza y despertar las emociones. Hasta se habla de teoterapia = terapia (o curación) con Dios.
Para sus adeptos, lo ideal sería vivir continuamente en un estado de conciencia alterado. Igual que los alcohólicos y los drogadictos. Sus encuentros de oración parecen formas de “entretenimiento religioso”.
– Egolatría.
En lugar de ser un medio para llegar a Dios, la inteligencia se pone en el mismo lugar de Dios. Se sigue hablando de Dios, pero no como un Dios personal, creador, salvador y remunerador. El concepto de Dios se desvanece en pura palabrería. Se llega a la religión ficción. Cada quién se esfuerza por inventar su sistema religioso, dando a las palabras y a los conceptos un sentido arbitrario.
La búsqueda de Dios se vuelve en un juego de palabras. En lugar de buscar la verdad, el hombre prefiere incursionar por caminos inéditos, dando origen a nuevos conceptos e inebriándose en ellos. Se deja deslumbrar por sus descubrimientos y busca la salvación en sí mismo, en su capacidad de inventar sistemas de salvación. Siguiendo en este camino, el hombre llega a ponerse en lugar de Dios y a considerarse como Dios mismo.
Otros, manipulando los datos de la fe, llegan sencillamente a identificar a Dios con ciertos valores, entendidos siempre en una manera subjetiva: justicia, paz, libertad, igualdad, dignidad, cultura, ecología, etc. Y se quedan con lo humano, sin llegar nunca a la fe auténtica en el único Dios, que existe realmente y, por lo tanto, puede proporcionar una salvación real.
Cambio de actitud: prueba de autenticidad
¿Cómo podemos saber si alguien llegó realmente a la fe y no se quedó entrampado en el medio? Cuando uno realiza en sí mismo un cambio de actitud en la línea del amor, entonces quiere decir que llegó a la fe auténtica (Mc 1,15; 1Jn 4,7). “Donde hay amor, allá está Dios”, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8).
Si no se produce este cambio de actitud, todo el proceso religioso se vuelve ilusión. Puede haber emoción, entusiasmo, euforia, gran cantidad de gente, mucho razonamiento e idealismo, pero no está Dios. En realidad, donde está Dios no puede haber división, presión sicológica, explotación, desprestigio, engaño u odio. No se puede hablar muy bonito de Dios y al mismo tiempo inyectar odio hacia todo lo que se opone a la propia idea de Dios o explotar de una forma indiscriminada a los propios seguidores.
Iglesia Católica
En la Iglesia Católica, para llevar a la fe, por lo general se ha manejado el primer medio (imágenes, procesiones, fiestas, ritos y objetos sagrados) y el tercero (catecismo y textos de teología); muy poco el segundo medio, es decir, el sentimiento. Esto explica cierta tendencia hacia la idolatría en las masas populares y hacia el frío conceptualismo en la gente más culta religiosamente (jerarquía y teólogos), que trata de formar al pueblo a su imagen y semejanza.
Sin embargo, desde hace algún tiempo en los movimientos apostólicos, que representan la vanguardia evangelizadora de la Iglesia, ya se busca un cambio en la búsqueda de los medios para llegar a la fe, haciendo un uso abundante del sentimiento: Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo, Movimiento de Cursillos de Cristiandad, Escuela de la Cruz, Encuentros conyugales, etc. Uniendo el sentimiento a la doctrina auténtica, se pueden formar verdaderas comunidades cristianas.
Sectas
En las sectas, generalmente se maneja el primer medio y el segundo, es decir, la vista (gran concentración de gente) y el sentimiento. No falta algún grupo, por ejemplo, la Iglesia Universal del Reino de Dios, que utiliza también objetos sagrados, como el agua bendita, el aceite bendito, la sal bendita, la sangre de Cristo, las flores benditas, etc., en su afán de confundirse con la Iglesia Católica.
Puesto que no cuentan con una base ni racional ni bíblica para justificar la existencia de sus grupos, generalmente las sectas huyen del uso de la razón, resolviéndose todo en un montón de citas, desconectadas entre ellas, y de sueños, visiones y opiniones personales de sus líderes.
Su estilo es esencialmente propagandístico, lleno de slogans, que no resisten al más pequeño análisis racional. Falta de fundamento y coherencia interna. Todo es manipulación. Además, se aprovechan de todo para buscar una legitimación, no teniendo reparo en apoyar a las dictaduras más contradictorias (por ejemplo, el pinochetismo y el sandinismo) o desprestigiar a los demás, inventando, inflando ciertos hechos (por ejemplo, las cruzadas, la inquisición, el caso Galilei, etc.) o tergiversando su sentido. Para las sectas es una ley aquel refrán popular que dice: “En la guerra y en el amor, todo se vale”.
Cuando tratan de presentar una visión sistemática de su fe, el resultado se parece más bien a una religión-ficción que a un verdadero sistema teológico (ejemplo, los testigos de Jehová y los mormones). Por eso rehuyen el diálogo con gente preparada en campo bíblico y teológico. Es que sus afirmaciones no resisten frente a un mínimo de crítica seria.
Equilibrio
Afortunadamente, con la entrada del laicado en la escena de la evangelización, muchas cosas están cambiando dentro de la Iglesia. El lenguaje se está haciendo más inmediato y accesible al gran público de hoy. Además, se está realizando un cierto equilibrio entre la mente, el corazón y los sentidos.
Posiblemente, en este cambio haya influido también la presencia de las sectas. No habría que extrañarse, puesto que este es el papel específico de toda forma de disidencia: poner el acento sobre aspectos olvidados o no subrayados suficientemente. Una vez que haya cumplido con su misión, normalmente tiende a desaparecer (cfr. el comunismo).
Y es lo que esperamos que suceda con las sectas: una vez que logran cuestionar a la Iglesia sobre ciertos aspectos y ésta logre asimilar dichos cuestionamientos, ojalá que se desinflen y desaparezcan.
Religiosidad popular
Al mismo tiempo, como era de esperarse, está cambiando también la religiosidad popular, que se está deslizando de la vista al corazón y a la inteligencia: menos procesiones, menos imágenes y más oración personal, participación en congresos, misiones populares y catequesis presacramental. La misma Biblia está entrando en la praxis de la religiosidad popular.
Aún no se trata de un catolicismo consciente y comprometido, pero hacia allí se está dirigiendo la mirada de las masas populares. Los hermanos “fuertes en la fe” siguen cuestionando y atrayendo con su testimonio a los hermanos “débiles en la fe”. Y ojalá que éstos sigan con la mirada hacia adelante, sin dejarse distraer y atrapar por un sin número de sirenas, que tratan con todos los medios de llamar su atención y desviarlos del camino auténtico.
Conclusión
Nadie nace creyente. A la fe se llega, la fe se vive y se comunica. Es un tesoro, que hay que saber buscar, cuidar y ofrecer, venciendo todo tipo de obstáculos. Hoy, ser católico auténtico es un reto.
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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a tiempo completo a la apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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