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Por: Richbell Meléndez

El sacramento de la confesión o reconciliación es uno de los sacramentos que el Señor nos dejó por medio de su Iglesia para obtener su gracia que nos ayuda a luchar contra el pecado, sin embargo, no todas las personas aprovechen este sacramento, quizás porque no lo comprenden.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica de la siguiente manera:

 

Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).” (Catecismo de la Iglesia Católica #1422)

 

Teniendo en cuenta lo anterior, ¿Por qué desaprovechar este maravilloso regalo de Dios? El Señor Jesucristo sabía que los hombres nacemos con una inclinación a pecar, consecuencia del pecado original que heredamos (Rom 3, 12) es por eso que antes de ascender al cielo le dio a su Iglesia autoridad para perdonar los pecados como lo vemos en el evangelio según San Juan.

 

“¡La paz sea con ustedes! --repitió Jesús--. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: --Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.” Juan 20, 21-23 (Biblia Nueva Versión Internacional)

 

Claramente podemos ver que el Señor le da autoridad a su Iglesia para perdonar los pecados, esta es la forma que el Señor quiso dejarnos para perdonar nuestros pecados. Claro se debe de entender que el pecado solo lo perdona Dios, pero el quiere valerse de medios para hacerlo saber y esos medios son sus sacerdotes. El Catecismo lo explica de la siguiente manera:

 

Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.” (Catecismo de la Iglesia Católica #441)

 

Esto lo entendieron los primeros cristianos que el pecado, aunque lo perdona Dios, Él quiere darnos su perdón por medio de sus ministros que son los sacerdotes. Se puede considerar el siguiente testimonio de los primeros siglos del cristianismo.

 

“La remisión de pecados por medio de la penitencia, cuando el pecador lava su almohada con lágrimas, cuando sus lágrimas son su sustento día y noche, cuando no se retiene de declarar su pecado al sacerdote del Señor ni de buscar la medicina, a la manera del que dice «Ante el Señor me acusaré a mí mismo de mis iniquidades, y tú perdonarás la deslealtad de mi corazón.»” (Orígenes de Alejandría, Homilías Sobre los Salmos 2, 4.)

 

Se puede apreciar que Origenes habla de confesar o declarar el pecado al sacerdote del Señor, es decir a los sacerdotes y que este es una medicina para el cristiano.

Los católicos cuando confesamos nuestros pecados ante el sacerdote, lo hacemos en obediencia a la forma que Cristo nos dejó para perdonarnos los pecados.

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