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Por: Dolors Massot

 

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En el círculo de la familia y los amigos es muy probable que a alguien la Navidad le resulte un tormento. Aquí van unas sugerencias.

 

Es posible que ya estés con el problema entre manos. Se acercan las fiestas más entrañables del año y en todos los rincones del planeta las familias preparan el modo de estar con los suyos. Nochebuena, el día de Navidad, Fin de Año, el 1 de enero, la víspera de Reyes y, cómo no, el día de Reyes.

 

Son fechas muy señaladas y quien más quien menos, se reúne con los más allegados. A veces es la única ocasión de verse en todo el año, incluso merece un largo viaje para estar con la familia o regresar del país adonde uno emigró.

 

El «blues de Navidad»

¿Te ha ocurrido ya que alguien se niega a asistir a la cena familiar porque la Navidad le resulta horrible?

Los datos que arroja la Medicina van en esta línea: muchas personas con problemas psiquiátricos tienen dificultad para gestionar la Navidad e incluso estos días en los que la familia se reúne y parece que hay más felicidad a su alrededor, a ellas les invade un terrible sentimiento de soledad y de tristeza. Algunos denominan a esta situación «el blues de Navidad». 

 

Verónica Alcalá Herrera, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala como causa de este «blues de Navidad» el trastorno afectivo estacional que produce el menor número de horas solares y, en consecuencia, la menor fabricación de melatonina. A esta causa química, podríamos añadirle el componente afectivo que alguno puede arrastrar en mayor medida.

 

Juan Manuel Tong Payán, director operativo de la Dirección General de Salud Mental y Adicciones de México, informó que los síntomas depresivos -que afectan a 300 millones de personas en todo el mundo- se agravan especialmente durante la época de Navidad. “Tenemos una gran demanda de consultas médicas por estas causas, mismas que aumentan de un 10% a un 15%», señaló. 

 

Esto es una realidad a la que no podemos hacer oídos sordos. La Navidad es para todos y la celebración también ha de serlo, en la medida de lo posible.

 

También ocurre que para algunos la Navidad es el momento en que se agudiza un pesar: el aniversario de la muerte de un familiar muy querido, una ruptura sentimental… Tampoco hay ganas de hacer balance de un año en el que se fue alguien a quien uno estaba especialmente unido.

 

¿Puedo hacer algo por mejorar la situación?

Por supuesto. La familia que plantea bien sus reuniones en días de fiesta, a largo plazo tiene éxito asegurado. No lo dice ningún estudio sociológico, de momento, pero la experiencia lo corrobora. Aquí tienes unas sugerencias:

 

1. Toma las medidas reales del problema. Pon nombre y apellidos a la persona o personas que se niegan a celebrar la Navidad porque odian estas fiestas. A veces es el tío, pero eso no implica que odien la Navidad también tu tía y tus primos. Puede que si cambian las perspectivas, tu tía y tus primos estén encantados de acudir (solo con que tu tío ceda).

2. Ten una conversación (más o menos) profunda con la persona que odia la Navidad. Antes de que llegue la cena de Nochebuena o el encuentro del día de Reyes, trata de hacer un esfuerzo por conversar con ella. Invítala a un café o llámala por teléfono. El cara a cara le hará sentirse más a gusto para explayarse.

En ese diálogo debe poder expresar qué es lo que le duele y por qué. Que te pueda abrir la herida y mostrar el alcance de su dolor. Las personas sienten alivio al compartir su pena. Debe ser un compartir sincero por nuestra parte: no para hurgar en el dolor ni para cotillear en los detalles de aquella desgracia.

3. Haz que sea ella la que vea si es correcta la relación que establece entre Navidad y su desgracia. No es lo mismo llorar por un familiar que por la muerte de la mascota. Las mascotas dan disgustos, pero habrá que calibrar si es proporcional esa tristeza a la que yo procuro a mi familia si dejo de asistir a la convocatoria anual.

Como tampoco es lo mismo estar enfadado con un hermano que dar portazo y que toda la familia se disguste al ver que no quieres establecer puentes. Pero hay dolores realmente profundos que requieren su tiempo: también hay que saber respetar el duelo o la necesidad de soledad. 

Por otro lado, a veces hay motivos externos que provocan dolor y que son remediables. Por ejemplo, si el recuerdo de una casa produce nostalgia de un ser querido, quizá será recomendable que un año dispongamos de otro lugar para la celebración.

4. Hazla imprescindible. Mi tía Pilar está feliz cada vez que le pido que se encargue ella de elaborar la salsa romesco, de una comida típica de nuestra tierra: ¡y está a 130 kilómetros de distancia! Pero es que ese plato sin su salsa no es nada… y (como dicen los memes de Julio Iglesias) ella lo sabe.

5. Una persona que te quiere nunca te dirá que no a una petición que realmente tenga sentido: «Papá, estoy muy mal de tiempo, ¿no podrías encargarte tú de recoger los regalos en casa de los primos antes de venir a la cena?». «Andrés, no puedes faltar: necesito que me eches una mano en la selección de los vinos». «Tía Ana, la novia que nos va a presentar Jaime es japonesa y tú al menos hiciste un curso de ikebana».

6. Ayúdale a olvidar por un día su problema o a minimizarlo. En conversación particular, dile que le servirá para oxigenar el corazón, que otras personas de la familia desean verla desde hace tiempo… Y cuando esté ya en casa, compínchate con algún miembro de la familia para que esté especialmente pendiente de ella.

Es un buen momento para que los más jóvenes tomen conciencia de la preocupación por los demás. ¿Tienes alguna prima en la edad del pavo pero que en el fondo es un cielo? Ahí sí que va a dar un estirón, si le planteas que va a hacerse cargo «del asunto más importante» de ese día. Nivel Mission Impossible. 

7. Si padece una enfermedad psiquiátrica como la depresión, hablad antes de lo curativo que puede ser ese día. La (mala) soledad le hace daño mientras que encontrarse en un entorno de personas que la quieren puede ser un bálsamo. Que sea ella que decida algunas cosas: a qué hora vais a recogerla por casa, al lado de quién desea sentarse y al lado de quién le parecería un infierno…

8. Si hay música, que no haya un volumen atronador.

9. Si se agobia, que haya un lugar para airearse (la terraza, el jardín, el rellano de la escalera de vecinos…).

10. Si no tiene ninguna enfermedad pero está encerrado en sus preocupaciones, establece pequeños trucos con otros familiares para que en la fiesta esa persona se olvide de sí: buscad temas de conversación que le interesen. No te importe si hay que sacar la lista de tus desastres en el bricolage.

10. Si finalmente no acude a la celebración, que compruebe que os habéis acordado de ella. Guarda un poco de postre para él o ella y llévaselo en cuanto puedas. O haz que se lo lleve uno de los peques de la casa. Que no se rompa el lazo…

11. Ante todo, deja que la persona decida libremente. Lo que sí está en tus manos es hacer todo lo posible para que cuente con la Navidad familiar que le corresponde. Si alguien la rechaza, no está en tus manos «obligar a disfrutar la fiesta»: sería un contrasentido.

 

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