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Por: P. Miguel A. Fuentes

 

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Pregunta:

 

¿Cómo ayudar a los hijos que se drogan?

 

Respuesta:

 

Nadie duda que uno de los dramas contemporáneos es el problema de la drogadicción en todos los niveles: niños, jóvenes, adultos y ancianos.

 

El abuso de las drogas es la pandemia más grave actualmente en todo el mundo. Es una de las principales causas de muchos:

 

-matrimonios deshechos

-fracasos en los estudios

-despidos de trabajo

-desempleo

-ruinas económicas

-delincuencia juvenil

-prostitución de niños, adultos y jóvenes

-actos de violencia

-enfermedades mentales

-sida y otras enfermedades

-etc…

 

1. EL FENÓMENO DE LA DROGADICCIÓN

 

Veamos algunas ideas generales.

 

1) El consumidor de droga

 

Entre los distintos consumidores de droga hay que distinguir diversas clases:

 

-El consumidor ocasional: es aquel que consume droga esporádica y excepcionalmente.

-El consumidor habitual: es quien consume repetidamente, pero mantiene el suficiente control tanto de la frecuencia cuanto de las dosis; su vida en la sociedad es prácticamente normal.

-El fármacodependiente o tóxicodependiente: es el sujeto que ha llegado a la dependencia de la droga; la consumición de droga se hace en él compulsiva y puede llegar en algunos casos al síndrome de abstinencia.

-El toxicómano: es el sujeto en quien la dependencia de la droga es tal que vive tan sólo para ella; recurre a cualquier medio para conseguirla; desaparece para él todo otro interés (personal, familiar, social); pierde todos los valores morales.

 

2) La dependencia

 

También hay que hacer alguna distinción entre los tipos de dependencia en que puede encontrarse un consumidor. Son fundamentalmente dos: el acostumbramiento y la dependencia propiamente dicha.

 

El acostumbramiento es el estado producido por el uso repetido de un medicinal (u otra sustancia) y se caracteriza: por la tendencia a perseverar en el uso de un determinado producto a causa de las sensaciones de bienestar que provoca; por una ligera tendencia a aumentar la dosis; por cierto grado de dependencia psíquica, pero no física; finalmente, porque los efectos sólo son adversos para la persona que consume.

 

La dependencia, en cambio, es el estado de intoxicación periódica o crónica resultante del repetido uso de una medicina u otra sustancia. Se caracteriza: por el deseo irresistible (compulsión) a tomar el producto permanentemente y a conseguirlo a cualquier costo; por la tendencia a aumentar la dosis; por la dependencia no sólo psíquica sino también física; y, finalmente, porque los efectos son adversos tanto para la persona en cuestión cuanto para la sociedad. Esta dependencia, a su vez, se considera sólo psíquica: cuando la satisfacción psíquica empuja al individuo a abusar de la sustancia que la produce; o incluso física: cuando la suspensión o limitación del fármaco produce una serie de perturbaciones que se denomina ‘síndrome de abstinencia’, cuando las perturbaciones llegan a calambres estomacales, náuseas, diarrea, convulsiones e incluso estado de coma.

 

3) Problemas sociales que favorecen el consumo

 

Nuestra sociedad contemporánea ha creado las condiciones para que el fenómeno de la drogadicción pueda ser considerado prácticamente una ‘cultura’ (o mejor ‘subcultura’); porque, en efecto, la drogadicción se coloca en una línea armonizable con otras manifestaciones propias de nuestro tiempo, como son:

 

-la búsqueda continua del placer

-el hedonismo en todos sus aspectos

-la intolerancia ante el dolor y la frustración

-la falta de valores

-el materialismo consumista

-la inmadurez cada vez más frecuente en adultos

-la desintegración del núcleo familiar

 

Este tipo de características de nuestro fin de siglo han creado un estado de vacío, de frivolidad y de cansancio psicológico tal que el instinto de supervivencia espiritual busca desesperadamente salidas alternativas. Es muy significativo que la Organización Mundial para la Salud haya indicado como razones por las que se comienza a consumir algunas drogas ‘suaves’ (como la marihuana): la curiosidad por los efectos y sensaciones producidas por las drogas, el conseguir la satisfacción de pertenecer a un grupo y ser aceptado por los miembros del mismo, el manifestar independencia o también hostilidad, el tener experiencias nuevas, agradables o peligrosas (el atractivo por las situaciones de riesgo), el adquirir una mayor capacidad creativa, el entrar más fácilmente en estado de sueño o éxtasis, el huir de algún problema.

 

4) Efectos principales de las drogas

 

Las drogas causan terribles efectos en sus víctimas. Muchos son totalmente imprevisi­bles; pero entre los más comunes podemos indicar:

 

a) Modificaciones en la estructura de la personalidad: degradan la persona, se pierde la noción de los valores morales, se pierden progresivamente los intereses culturales y profesio­nales, desaparece toda capacidad para dar y recibir afecto (los demás dejan de interesar excepto si son útiles para obtener más droga), la mentira pasa a ser comportamiento habitual, se pierde el sentido de responsabilidad, se pierde el sentido de la vida.

 

b) Modificaciones sobre el comportamiento en la familia: los hijos se aíslan de los padres (por ejemplo, viven encerrados en sus cuartos o se relacionan sólo con grupos cerrados de amigos), adquieren comportamientos irritables, se da una progresiva pérdida de respeto por los padres.

 

c) Alteraciones en el ámbito escolar y laboral: pérdida del sentido del estudio y del trabajo, disminución del rendimiento, abandono de dichas actividades.

 

d) Alteraciones sociales: delincuencia y prostitución para conseguir dinero o por el ambiente en que se maneja, conductas suicidas (se calcula que 1 de cada 25 alcohólicos intenta suicidarse por lo menos una vez en la vida; esto es más agudo en las drogas químicas).

 

e) Problemas físicos: artritis, cirrosis hepática, depresión, malnutrición, encefalopatías, herpes, hepatitis B, sida, sífilis, tuberculosis, etc.

 

f) Disturbios mentales: la drogadicción puede facilitar la aparición de disturbios mentales como: ansiedad, cuadros psicóticos (especialmente con las drogas con efectos alucinógenos: alucinaciones e ideas delirantes), disturbios mentales endógenos como esquizofre­nia.

 

2. LOS PADRES Y LOS HIJOS DROGADICTOS[1]

 

Es indudable que esta amenaza pesa con angustia sobre los corazones de muchos padres que tienen hijos ya iniciados en la droga o bien que temen que sus hijos entren en este callejón sin salida ¿Qué pueden hacer cuando los hijos se drogan y qué para que no se droguen quienes aún no han incursionado en este camino? He aquí algunos consejos orientativos.

 

1) Cuando los padres descubren que un hijo se droga.

 

A veces puede ser muy difícil para los padres abordar el problema, ya que con frecuencia los hijos van a negar la realidad por todos los medios. Ellos no tienen dificultad en mentir: es parte de la mentalidad que les crea la drogadependencia. Sin embargo, cuando hay sospechas, no puede pasar mucho tiempo sin que los padres alcancen la evidencia de que tienen o no un hijo drogadicto. En ese momento, ¿qué hacer?

 

Ante todo, es muy importante que el clima familiar sea de la mayor serenidad posible, evitando comportamientos hostiles por parte de los padres. No conviene comenzar con recrimi­naciones, acusaciones, quejas y críticas. Esto sólo suele conducir a una recíproca hostilidad por parte del hijo.

 

Los padres tienen que conversar seriamente con el hijo, haciendo que éste tome confianza con los padres y no miedo. Esto no significa que ellos deban tener una actitud tolerante en lo que a las drogas se refiere. Por el contrario, la comprensión no tiene que ser acompañada de la menor permisividad. Tienen que ser muy comprensivos con la persona, pero drásticos en cuanto a la necesidad de no volver a consumir drogas.

 

Es de gran importancia que el hijo se aperciba de la gravedad que su problema conlleva ya sea para él como para los demás y de las consecuencias que pueden ir surgiendo en el futuro, en caso de no cambiar.

 

¿Cuál es la mejor forma de ayudarlo? Para evitar, lo más rápido posible la larga serie de consecuencias para él, conviene explicarle la evolución posible del proceso en el que se ha metido. Lo mejor es que el hijo asuma que el problema es suyo. Los padres sólo pueden facilitar los medios para conseguir una adecuada rehabilitación, pueden ayudarlo y apoyarlo; pero sobre todo es necesario que el mismo drogadicto tome la decisión personal de abandonar la droga.

 

Tenemos que tener presente que en el drogadicto se mezclan una sensación de impoten­cia y fracaso, sentimientos de culpa y de frustración. Todas estas cosas lo llevan a pensar que el problema no tiene remedio. Por eso son frecuentes las depresiones, acompañadas en muchos casos con intentos de suicidio.

 

En estos casos, el trabajo paterno es muy importante procurando estimularlo a la perseverancia en la lucha.

 

También, una de las consecuencias más comunes de la drogadicción es la incapacidad de apreciar la vida. La vida parece carecer de interés. Esto hace que los drogadictos sientan un profundo vacío interior. Los padres tienen que ayudarlo a volver a disfrutar los aspectos gratificantes de la vida. Con un clima afectivo en la familia, y sobre todo hablando a los hijos de Dios. El drogadicto tiene que buscar en Dios lo que él busca en las drogas. Tiene que llenar su vacío espiritual con el amor de Dios. En este caso, la mejor ayuda que se le puede prestar es aproximarlo a la Iglesia.

 

Finalmente, lo más importante es no perder la esperanza en Dios. Cuando estamos ante problemas que parecen imposibles, hay que decir: para Dios no hay nada imposible (Lc 1,37). El peligro más grande para los hijos es, ciertamente, la desesperación de sus propios padres.

 

2) Qué deben hacer los padres para prevenir la drogadicción de los hijos.

 

¿Qué hacer para que los hijos no busquen la droga? ¿Cómo se los protege?

 

Primero, tenemos que recordar que la mejor protección es un buen clima familiar. Hay que evitar algunas cosas que predisponen, directa o indirectamente, al uso de la droga. Por ejemplo:

 

-la falta de dedicación del tiempo suficiente por parte de los padres

-los malos tratos

-las separaciones y divorcios

-el alcoholismo de los padres

-el excesivo interés por obtener dinero y hablar sólo o casi exclusivamente de dinero y de problemas materiales

-especialmente la ausencia de prácticas religiosas en la familia.

 

Segundo, los padres tienen que ofrecer a los hijos ambientes en que no sea normal el consumo de droga. Esto no siempre es fácil en algunas sociedades en que la droga corre en la escuela, la calle, la universidad, el trabajo, etc. Pero al menos, hay que facilitar la práctica de los deportes, el estudio, el contacto con la naturaleza (el mar, la montaña, el campo) y especialmente la actividad religiosa.

 

Tercero, es necesario dar a los hijos el ejemplo personal de vida y educarlos en las buenas costumbres; por ejemplo:

 

-en el valor del esfuerzo personal, del respeto por sí mismo y por los demás

-en la constancia de la voluntad

-en el sentido auténtico del sufrimiento

-en el interés por el trabajo y por la cultura

-en la confianza en la Providencia divina

-en la fidelidad a los seres queridos

-en la lealtad a las obligaciones personales

-en el sentido de la responsabilidad

-en los valores espirituales

 

Finalmente, lo más importante es la oración en común, es decir, en familia. La oración de la esposa, con el esposo y con los hijos. La mejor cosa que podría hacerse es rezar el Rosario en familia o leer el Evangelio; invocar a Dios en las comidas, ir a Misa juntos, etc.

 

Lo que no pueden los hombres, lo puede Dios.

 

P. Miguel A. Fuentes, IVE


 

[1] Los datos los tomo de: Aquilino Poino Lorente y Javier de las Heras, Os teus filhos e as drogas, Ed. Rei dos livros, Lisboa 1994.

 

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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.

 

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Por: Jesús Urones
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En estos dias de Semana Santa, meditamos sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Como católicos creemos que en el sacrificio de Cristo en la cruz es idéntico al de la Santa Misa.En el sacrificio de la misa se representa y conmemora el sacrificio de la cruz, y se aplica su virtud salvadora a todos los hombres. Esta doctrina no es compartida por los hermanos protestantes, sin embargo es enseñada por los padres de la Iglesia y el Magisterio Pontificio sin dejar lugar a dudas. Por todo ello podemos decir que la Misa es Sacrificio. En este artículo veremos los principales textos históricos ( patristicos) que defienden esta doctrina católica.
¿Enseña el Magisterio de la Iglesia que la Santa Misa es verdadero sacrificio?
Repasaremos algunos textos magisteriales claves:
El Concilio de Trento, en sus canones sobre el Sacrificio de la Misa dice:
Así, pues, el Dios y Señor nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin de realizar para ellos [v. l.: allí] la eterna redención; como, sin embargo, no había de extinguirse su sacerdocio por la muerte (He 7,24 He 7,27), en la última Cena, la noche que era entregado, para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de los hombres [Can., 1], por el que se representara aquel suyo sangriento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos (1Co 11,23 ss), y su eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados que diariamente cometemos, declarándose a sí mismo constituido para siempre sacerdote según el orden de Melquisedec (Ps 109,4), ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó, para que los tomaran, a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía, etc. (Lc 22,19; 1Co 11,24) que los ofrecieran. Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia [Can. 2].
San Pablo VI, autor de la Misa de su nombre, afirma sobre la naturaleza de la Misa que «es realmente el Sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares» (Credo del Pueblo de Dios, 1968, n. 24). +San Juan Pablo II: «El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio» (Ecclesia de Eucharistia, 2003, 14). Benedicto XVI: «Jesús es el verdadero Cordero pascual que se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros, realizando así la nueva y eterna alianza. La Eucaristía contiene en sí esta novedad radical, que se nos propone de nuevo en cada celebración» (Sacramentum caritatis, 2007,9).
¿Que creían los primeros cristianos?
San Justino mártir
Dios habla por boca de Malaquías, uno de los doce [profetas menores], como dije antes, acerca de los sacrificios que en ese momento presentaron ustedes: 'No tengo placer en ustedes, dice el Señor, y no aceptaré su sacrificios en tus manos; porque desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, mi nombre ha sido glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda pura, porque mi nombre es grande entre las naciones. . . [Mal. 1:10–11]. Luego habla de esos gentiles, es decir, de nosotros [cristianos] que en todo lugar le ofrecemos sacrificios, es decir, el pan de la Eucaristía y también la copa de la Eucaristía. ( Diálogo con Trifón el Judío 41 [AD 155] )
San Ireneo
Tomó de entre la creación lo que es pan, y dio gracias, diciendo: 'Esto es mi cuerpo.' Asimismo, la copa, que es de entre la creación a la que pertenecemos, confesó ser su sangre. Enseñó el nuevo sacrificio del nuevo pacto, del cual Malaquías, uno de los doce profetas [menores], había señalado de antemano: 'No hagáis mi voluntad, dice el Señor Todopoderoso, y no aceptaré sacrificio de vuestras manos. . Porque desde el nacimiento del sol hasta su puesta, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y sacrificio puro; porque grande es mi nombre entre los gentiles, dice el Señor Todopoderoso' [Mal. 1:10–11]. Con estas palabras deja claro que el pueblo anterior dejará de hacer ofrendas a Dios; sino que en todo lugar se le ofrecerá sacrificio, y verdaderamente, uno puro, porque su nombre es glorificado entre los gentiles. (Contra las Herejías , IV, 17, 5)
San Cipriano de Cartago:
De donde se deduce que la sangre de Cristo no se ofrece si no hay vino en la copa, ni el sacrificio del Señor se celebra con legítima consagración si nuestra oblación y sacrificio no responden a su pasión . Pero ¿cómo beberemos el vino nuevo del fruto de la vid con Cristo en el reino de su Padre, si en elsacrificio de Dios Padre y de Cristo no ofrecemos vino, ni amasamos la copa del Señor según la tradición del Señor? (Epistola 62)
San Cirilo de Jerusalén
Luego, después de que se completa el sacrificio espiritual, el servicio incruento, sobre ese sacrificio de propiciación rogamos a Dios por la paz común de las Iglesias, por el bienestar del mundo; para reyes; para soldados y aliados; por los enfermos; por los afligidos; y, en una palabra, por todos los que necesitan socorro, todos oramos y ofrecemos este sacrificio. ( Conferencia Catequética XXIII, 7-8; NPNF 2, Vol. VII)
San Ambrosio
Vimos venir hacia nosotros al príncipe de los sacerdotes, lo vimos y lo oímos ofrecer su sangre por nosotros. Seguimos, en cuanto podemos, siendo sacerdotes, y ofrecemos el sacrificio en nombre del pueblo. Incluso si somos de poco mérito, aun así, en el sacrificio, somos honorables. Aunque ahora no se vea a Cristo como el que ofrece el sacrificio, sin embargo es él mismo el que se ofrece en sacrificio aquí en la Tierra cuando se ofrece el cuerpo de Cristo. En efecto, para ofrecerse a sí mismo se hace visible en nosotros aquel cuya palabra santifica el sacrificio que se ofrece. ( Comentarios sobre los Doce Salmos de David 38:25)
San Agustin:
Así, pues, Cristo nuestro Señor, que en su pasión ofreció por nosotros lo que había tomado de nosotros en su nacimiento, constituido príncipe de los sacerdotes para siempre, ordenó que se hiciera el sacrificio que estáis viendo, el de su cuerpo y su sangre. En efecto, de su cuerpo, herido por la lanza, brotó agua y sangre, mediante la cual borró los pecados del mundo. Recordando esta gracia al hacer realidad vuestra salvación, puesto que es Dios quien la realiza en vosotros, acercaos con temor y temblor a participar de este altar. Reconoced en el pan lo que colgó del madero, y en el cáliz lo que manó del costado.... Todo lo anunciado de antemano en muchas y variadas formas en los sacrificios del Antiguo Testamento se refiere a este único sacrificio revelado en el Nuevo Testamento. (Sermon 228 B)
Según nuestro modo frecuente de hablar, solemos decir, cuando se acerca la Pascua: «Mañana o pasado mañana será la pasión del Señor». Pero el Señor ha padecido muchos años ha y la pasión no ha tenido lugar sino una vez. En el mismo día del domingo decimos: «Hoy resucitó el Señor», aunque han pasado ya hartos años desde que resucitó. Nadie es tan necio que nos eche en cara la mentira cuando hablamos así. Nombramos tales días por su semejanza con aquellos otros en que tuvieron lugar los acontecimientos citados. Decimos que es el mismo día, aunque no es el mismo, sino otro semejante a él en el girar de las edades. Así también, cuando nos referimos a la celebración del sacramento del altar, decimos que en ese día acontece lo que no acontece en ese día, sino que aconteció antaño. Cristo fue inmolado una sola vez en persona y es inmolado no sólo en las solemnidades de la Pascua, sino también cada día entre los pueblos, en dicho sacramento. Por eso no miente quien contesta que es inmolado ahora, cuando se lo preguntan. Los sacramentos no serían en absoluto sacramentos si no tuviesen ciertas semejanzas con aquellas realidades de que son sacramentos. Por esa semejanza reciben, por lo regular, el nombre de las mismas realidades. Así como a su modo peculiar el sacramento del cuerpo de Cristo es el cuerpo de Cristo, y el sacramento de la sangre de Cristo es la sangre de Cristo, así también el sacramento de la fe es la fe. Luego al sacramento de una tan grande realidad le dio el nombre de la misma realidad. (Carta 98 a Bonifacio nº 9)
Teodoreto de Cyro:
Si pues el sacerdocio según la ley llego a su fin y el sumo sacerdote según el orden de Melquisedec ( Cristo) ofreció el sacrificio e hizo que los otros sacrificios no fuesen necesarios ¿Por qué los sacerdotes del Nuevo Testamento celebran la mistica liturgia? Es manifiesto a todos los versados en las cosas divinas que nosotros no ofrecemos otro sacrificio distinto, sino que celebramos la memoria de aquel único y saludable sacrificio. ( Comentario a la carta de los Hebreos 4.)
San Fulgencio de Ruspe:
Ten firmísimamente y no dudes en modo alguno de que el mismo Dios unigénito , el Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios como sacrificio y victima en fragancia de suavidad (EF 5,2) al cual junto con el Padre y el Espiritu Santo, los patriarcas, los profetas y los sacerdotes sacrificaban animales en el tiempo del Antiguo Testamente, al cual ahora, es decir, en el tiempo del Nuevo Testamente, junto con el Padre y el Espiritu Santo, con quienes tiene él una misma divinidad, la santa Iglesia católica no cesa de ofrecer en todo el ober de la tierra el sacrificio del pan y del vino en fe y amor. Pues en aquellas victimas de animales estaba figurada la carne de Cristo la que el mismo sin pecado había de ofrecer por nuestros pecados y la sangre, que el había de derramar para la remisión de nuestros pecados, mas en este sacrificio hay acción de gracias y conmemoración de la carne de Cristo, la que por nosotros ofreció y de la sangre que el mismo Dios derramó por nosotros. (Sobre la fe a Pedro 19,60)
San Isidoro de Sevilla:
Alli , en la antigua ley, inmolados los animales eran ofrecidas hostias de carne y sangre, aquí, en la ley nueva, se ofrece el sacrificio de la carne y sangre de Cristo, sacrificio que era figurado por aquellos animales, allí con la sangre del cordero se celebra la Pascua, aquí nuestra Pascua es Cristo inmolado, que es el verdadero Cordero inmaculado. (Sobre las diferencias 2,33,125)
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Por: Papa Juan Pablo II

 

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Catequesis de Juan Pablo II, 21 de agosto de 1997

 

1. El evangelio de Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba “desposada con un hombre llamado José, de la casa de David” (Lc. 1, 27). Estas informaciones parecen, a primera vista, contradictorias.

 

Hay que notar que el término griego utilizado en este pasaje no indica la situación de una mujer que ha contraído el matrimonio y por tanto vive en el estado matrimonial, sino la del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, en la costumbre judaica antigua la institución del noviazgo preveía un contrato y tenía normalmente valor definitivo: efectivamente, introducía a los novios en el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el joven conducía a la muchacha a su casa.

 

En el momento de la Anunciación, María se halla, pues, en la situación de esposa prometida. Nos podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo, desde el momento en que tenía el propósito de permanecer virgen para siempre. Lucas es consciente de esta dificultad, pero se limita a registrar la situación sin aportar explicaciones. El hecho de que el evangelista, aun poniendo de relieve el propósito de virginidad de María, la presente igualmente como esposa de José constituye un signo de que ambas noticias son históricamente dignas de crédito.

 

2. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad.

 

El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt. 1, 20). De esta forma recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.

 

El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad. La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño.

 

José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio (cf. exhortación apostólica Redemptoris custos, 7).

 

La dificultad de acercarse al misterio sublime de su comunión esponsal ha inducido a algunos, ya desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María.

 

3. La cooperación de José en el misterio de la Encarnación comprende también el ejercicio del papel paterno respecto de Jesús. Dicha función le es reconocida por el ángel que, apareciéndosele en sueños le invita a poner el nombre al Niño: “Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1, 21).

 

Aun excluyendo la generación física, la paternidad de José fue una paternidad real, no aparente. Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la virginidad de María -el De Margarita (siglo IV)- afirma que “los compromisos adquiridos por la Virgen y José como esposos hicieron que él pudiese ser llamado con este nombre (padre); un padre, sin embargo, que no ha engendrado". José, pues, ejerció en relación con Jesús la función de padre, gozando de una autoridad a la que el Redentor libremente se “sometió” (Lc. 2, 51), contribuyendo a su educación y transmitiéndole el oficio de carpintero.

 

Los cristianos han reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y afectuosa. De esta constante tradición cristiana se ha desarrollado en muchos lugares una especial devoción a la santa Familia y en ella a san José. Custodio del Redentor. El Papa León XIII, como es sabido, le encomendó el patrocinio de toda la Iglesia.

 

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